Murcia Libre

Thursday, November 09, 2006

REFLEXIÓN SOBRE LA UTILIZACIÓN PARTIDISTA DE LAS VICTIMAS DE ETA, REQUIEM POR LAS VICTIMAS DEL FRANQUISMO.












Para la derechona, todas las victimas no son iguales (foto familiares victimas represión franquista)


Legalidad, Constitución, respeto al Estado de Derecho, Ley de Partidos: son las premisas repetidas una y otra vez por el gobierno de Jose Luís Rodríguez Zapatero para el proceso de pacificación en Euskadi. La gente de la AVT y la COPE y todo su séquito de voceros adosados nos dicen a menudo que cualquier cambio en la ley penitenciaria o amnistía a los presos etarras sería un insulto a las víctimas, pues eso significaría que matar les habría salido gratis. Que no es admisible que un asesino se vaya de rositas y que el verdugo tenga una oportunidad que no tiene la víctima. Que con los terroristas no se negocia nada, que solo cabe la lucha policial y judicial contra esa panda de desalmados. Puedo comprender y comprendo, desde una óptica puramente humana este planteamiento. Porque no es muy difícil ponerse en la piel de estas personas, todavía azotadas por el fantasma de la pérdida de un ser querido que tuvo el pecado de defender unas ideas que no gustaban a unos terroristas. Desde el sentido común podríamos decir que no es justo que un asesino no sea castigado.


Por otro lado, tenemos a aquellos que se erigen en protectores angelicales de las víctimas frente al gobierno traidor y apátrida que pretende conseguir la paz cueste lo que cueste, incluso pasando por encima de la dignidad de los asesinados por la banda ETA. Personajes que ven a las víctimas no como un fin en sí, si no como un medio para hacer partidismo y politiqueo barato y vender periódicos. No tienen reparos en manipular y engangrenar a familias rotas de dolor cuando todavía sus heridas no ha cicatrizado. Lo humano no importa, solo aquello que es aprovechable para hundir al rival político y enfrentarlo a las pasiones de una ciudadanía en apariencia adormilada.


Lo más repugnante es que se alzan como estandarte de la dignidad de las víctimas. Las que les interesan, claro está, las que pueden capitalizar. Por ejemplo, las víctimas de la represión franquista, como si no existiesen. No solo reciben indiferencia, si no que cuando se plantea honrar su memoria, nos dicen automáticamente que eso es reabrir heridas y resucitar las dos Españas. Plantear una Ley de Memoria Histórica es una avanzadilla hacia la guerra civil para los mismos que critican que se descabecen estatuas de Franco. Son también los mismos que reclaman todos los días dignidad, recuerdo y reparación para las víctimas de ETA; para las otras silencio bajo la excusa de que tuvimos una reconciliación nacional. De las del 11-M, ni palabra, porque de nuevo, esas no se dejan capitalizar, ya se encarga una señora sindicalista y acostumbrada a lidiar con semejante gentuza de que los suyos no sean presa de las fauces caciquíles.


Cuando se mide a diferentes colectivos de víctimas con diferente rasero, en aquellas cuestiones elementales, básicas, como son las historias de tragedia que cada una de ellas arrastra, en definitiva, es que ese apoyo incondicional prestado no responde a una actitud sincera y leal. Pueden caerte unas mejor que otro, tener más afinidad con cierto colectivo, pero en definitiva, los hechos deben marcar una cierta equidistancia, y si para unas se pide tal cosa, es justo y de recibo que se pida lo mismo para las otras. En este sentido, no se entiende (o sí) que la derechona mediática demande (exija) cosas para las víctimas de ETA y sin embargo las víctimas del franquismo molesten y merezcan el más profundo de sus desprecios. Todos nos imaginamos por qué, pero como dirigentes políticos y como responsables mediáticos, al menos, deberían disimularlo más.


Franco se llevó por delante miles de personas en la represión posterior. Fusiló a más de 50.000 personas en 40 años de dictadura. Más de 250.000 fueron encarceladas, y de estas, alrededor de 5000 murieron por palizas, torturas o enfermedades terminales. De la guerra no quiero hablar, solo matizar que el bando nacional tuvo 40 años de homenajes, reparación, una administración que concedía cuantiosas sumas de dinero y que colocaba en la administración a dedo a aquellos que lucharon en el bando azul, a sus familiares e hijos. El bando rojo, como he dicho, no recibió nada del Estado. Bueno sí, el exilio, la tortura y la muerte.


Los múltiples colaboradores de este régimen asesino, cómplices del mismo en términos éticos, morales o de hecho, salieron de rositas y no tuvieron que rendir cuentas de sus crímenes. Precisamente porque se "negoció". Precisamente porque "se habló con asesinos". Porque se creía que era la mejor formula para arreglar la situación política del país en lo que se denominó “la reconciliación nacional” en la transición española. Muchos opositores al franquismo se mancharon las manos, al dárselas a los asesinos y torturadores franquistas.


Miles de españoles tuvieron que ver como los verdugos de sus padres, abuelos, hijos, fueron perdonados y eximidos de dar cualquier tipo de explicación. No se les exigió nada, ni el arrepentimiento, ni el perdón, nada. Media España, en un gesto de generosidad que todos los días debemos agradecer, tuvieron que perdonar a la fuerza y aceptar que cualquier día, se cruzarían por la calle con el asesino que destrozó su familia y que se llevó para siempre un trocito de sí. Silencio, perdón, incluso desprecio, todo por la paz y la reconciliación. En base a ella asesinos y torturadores no recibieron su justo castigo.


Esa reconciliación nacional fue injusta con las victimas y profundamente beneficiosa para los verdugos. Repugnante cuando los asesinos pasean tranquilamente por la calle como demócratas de toda la vida. Pero seguramente necesaria para crear un país mejor y para cimentar las bases de lo que ha sido una democracia ejemplar, en paz y en relativa armonía después de siglos de guerras, odio y enfrentamiento nacional. Hubiese sido estúpido no integrar a los asesinos del franquismo en la democracia, hubiese sido una locura no darles la oportunidad de integrarse en la vida democrática. Ahora lo sabemos, con cierta perspectiva, podemos ver que fue un acierto a pesar del dolor que produjo en miles de hogares que exigían justa venganza por todas las masacres.


Tratar con asesinos, buscar su reinserción en la sociedad puede parecer una obscenidad. Lo admito. Pero es el camino más seguro hacia la paz social. Lo ha sido en Sudáfrica, en Irlanda, en Francia. Antes o después, se han tenido que afrontar decisiones injustas, dolorosas, pero enormemente beneficiosas para los generaciones venideras. Porque nos jugamos conseguir que nuestros hijos vivan mejor y no tengan que sufrir el ruido de las pistolas. Porque poco más que honrar su memoria podemos hacer con los muertos, el objetivo y la prioridad debe ser evitar que ni una sola familia más tenga que llorar la muerte de un ser querido por razones políticas. Esto se ha demostrado en otros conflictos que es compatible con la legalidad, la constitución y la reparación de las víctimas.


La amnistía que pueda darse a unos asesinos es nauseabunda e injusta, como lo fue la franquista. Pero si sirve de verdad para que en el País Vasco la gente pueda salir en paz a la calle, sin miedo a ser asesinadas, si con eso de consigue que todas las ideas sean respetadas y que la sociedad se reconcilie, por mí que se de en los casos que sean admisibles en un Estado de Derecho. Porque la amnistía a los verdugos franquistas permitió que pudiese haber elecciones, libertades, sindicatos, constitución, reconciliación, paz. Asentó la democracia y llevó a ministros del franquismo a ser ejemplares demócratas. ¿Si Fraga pasó de apoyar la dictadura a abrazar la democracia, por qué no podemos dar la oportunidad a otros para que puedan recorrer el camino de la democracia?


Vale que no se le puede pedir a ningún familiar de víctima de ETA que le parezca bien esto o que no se indigne. A nadie en su situación le haría gracia, y aún así son numerosas las víctimas dispuestas al perdón (esa manía de tratarlas como homogéneas). Pero si los sentimientos y las reclamaciones de las victimas del franquismo no pesaron entonces, ¿por qué hoy deberían ser la clave de todo el proceso? ¿Por qué no se les puede exigir un ejercicio de perdón y generosidad? ¿Por qué en Irlanda se ha hecho recientemente y no se puede hacer aquí? En su intimidad, que cada uno se indigne. Al resto, nos harían un gran favor.


El que no quiera tratos con asesinos debería ser el primero en denunciar el pacto de silencio respecto a las responsabilidades de los colaboradores del asesino franquismo. El que crea que esa "reconciliación nacional" fue un acierto, puede creer que esa amnistía a algunos etarras debe también hacerse, por las mismas razones, por la normalización de la vida política y por la paz social en Euskadi. No me toca a mí decir qué presos pueden amnistiarse o no y bajo qué condiciones. Si deben salir a la calle solo los que no tengan delitos de sangre o todos, si debe flexibilizarse la política penitenciaria como ya proponía Aznar en la tregua del 98 o no. Pero que antes o después vamos a tener que soportar cosas que no nos gustan o que nos repugnan por la paz, es inevitable. Sin precio político, con la ley en la mano. Pero que nadie se engañe, este tipo de procesos no son fáciles, no son un camino de rosas. Pero la paz siempre merece la pena.


Comentarios como siempre.

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